domingo, 10 de mayo de 2009

¿Omega o un futuro incierto? - De Owen Canting Placa


En las ciencias biológicas vigentes no se acepta el finalismo, y Teilhard fue motivo de acre crítica por parte de uno de los grandes fundadores de la biología molecular, Jacques Monod. Es preciso tener en cuenta que la teoría de Darwin no brindaba una explicación de la herencia, y que su teoría logró mantenerse sólo después que Gregorio Mendel instauró su teoría genética. Hoy la teoría darwiniana y mendeliana se ha profundizado con la emergencia de la biología molecular manteniéndose lo que se denomina la teoría sintética de la evolución. Quizá por esta ausencia de finalismo el fundamentalismo religioso no ha dejado de tener adeptos, pues una naturaleza que no apunta hacia un sentido final y que depende del azar le parece un pensamiento pernicioso. La filosofía, como tiene una tendencia especulativa, en algunos casos no ha dejado de mantener inspiración teleológica. Canting, en este libro, se alinea más con la posición de Teilhard que con la posición de Bergson, aunque admira a ambos.
Debo decir que el trabajo filosófico de Canting es excelente. Lo que nos ofrece en este libro este joven filósofo puertorriqueño es fruto maduro de años de estudio y de la inteligente comprensión de la obra de dos complejos pensadores. El resultado es muy valioso y es un estímulo para los jóvenes estudiantes de filosofía para que mantengan en Puerto Rico viva la fuerza creadora del pensamiento filosófico. Me alegro mucho que pueda dar a conocer el resultado de su investigación y que muchos puedan disfrutar de un estudio bien llevado, razonable, sistemático, preciso y claro en sus formulaciones conceptuales.

Dr. Carlos Rojas Osorio

NUEVOS NARRADORES- Carmen Dolores Hernández

Foto de: Ruben J.M. Ramos © 2008.
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El Nuevo Día
San Juan, Puerto Rico - Domingo, 3 de Mayo de 2009

Por Carmen Dolores Hernández / cdh@caribe.net

Los libros que reseñamos hoy son los primeros de ficción de sus autores y conforman una pequeña muestra de la narrativa más reciente del país. Se trata, en los tres casos, de cuentos muy cortos, lo cual apunta hacia la vuelta a un género que ha sido central en nuestra narrativa. La brevedad llega incluso al extremo del microrrelato en el libro de Christian Ibarra, “La vida a ratos” (Ediciones Aventis, 2008).
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Más que cuentos cortos, los textos de Christian Ibarra son microrrelatos cuidadosamente construidos, cuya significación sigue expandiéndose en la imaginación después de acabada la lectura. Estos cuentos dependen –como la poesía- de la palabra y sus resonancias: es necesario el concurso del lector para completar su sentido cabal. Para muestra baste, como un botón, el minicuento titulado “La huelga de los pájaros”: “Ese día los pájaros estaban en huelga indefinida. Decidieron no volar. Era demasiado el peso de las alas, no hubo uno solo que se atreviera a desafiar el dictamen de sus compañeros. Querían sentir más de cerca la piel humana, lo pedestre, entenderse con la tierra y los semáforos. Visitaron todos los rincones del planeta. A los quince minutos, el cielo se llenó de pájaros nuevamente”.La brevedad no es óbice para un complejo desarrollo interno de los textos, que a menudo cambian sutilmente de plano (de uno material a otro inmaterial como, por ejemplo, en “El maquinista”) o de énfasis (“¡Niños, no salgan a jugar!”) o de perspectiva (“La plaza”) en el espacio de unas pocas líneas. También hay “non sequiturs” o negaciones del sentido que parecían implicar las palabras (“Otra vez”), al igual que las revelaciones finales pueden, en ocasiones, abrir nuevas posibilidades (“Esa mano”, “Vocación”). Un texto algo más extenso que los otros, “Fin de estación”, cuenta eficazmente una historia entrañable de vejez utilizando grandes elipsis. Se trata de textos movedizos a los que es imposible inmovilizar en la expresión de un solo significado. Ricos en su brevedad, bien escritos, son también elegantes.
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